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Decididamente, Australia esta lejísimos. Para ir hasta allí desde España se necesita día y medio de aeropuertos y vuelos. Nosotros lo hicimos vía Londres-Dubái. El vuelo hasta Londres duro algo más de 2 horas, y el vuelo desde Londres a Dubái unas 8 horas. Desde allí hasta Melbourne pasamos 13 horas en el avión. Si a eso sumamos las estancias de entre tres y cuatro horas en los aeropuertos para los enlaces, más la necesidad de llegar cuatro horas antes para pasar aduanas por las colecciones, la resultante conforma un número de horas agotador.
A pesar de ello hay que tener en cuenta que todo este tiempo es relativo, trece horas qué duda cabe que es prácticamente un día –quitándole las horas de sueño-, pero si te dedicas durante ese tiempo a leer una novela y a hacer media docena de sudocus, te da la sensación de que el tiempo por "vacío" es menos, efectivamente durante un día "llenas" el tiempo porque haces una serie de cosas; te afeitas, vas al despacho, haces unos recados, llamas por teléfono, y demás, en cambio sin hacer nada parece como si todo pasase más rápido; haced la prueba...
Bueno volviendo al tema del viaje a Australia, a la llegada de la expedición española nos esperaba un equipo de recepción a cuyo frente estaba el conocido Bernard Beston, quien condujo al Comisario Español -en esta ocasión Paco Gilabert- y al ayudante Francisco Gallegos, al resto, mi mujer, María Teresa Miralles y yo sin más trámites, justo nos dirigieron la palabra, nos indicaron donde había una parada de taxis, eran sobre las seis de la mañana y llevábamos más de 36 horas sin ducharnos. Fuimos al hotel, y nos dijeron que nuestras habitaciones estarían preparadas sobre la una. También nos indicaron que si queríamos teníamos habitaciones disponibles con una sobrecarga de 70 euros. Estuvimos a punto de aceptar, ya que estábamos muy cansado,s pero nos hicieron saber que si admitíamos el cambio después tendríamos que quedarnos todo el resto de nuestra estancia en esa habitación lo que suponía un plus de más de 700 euros... Como es lógico preferimos esperar a que sobre la una quedasen libres las nuestras. Pero esto no es todo; nada más entrar nos exigieron 500 euros por si nos "equivocábamos haciendo la cuenta del mini-bar". Ese dinero nos sería devuelto si no hacíamos consumiciones o si las pagamos en efectivo, antes de entrar en la habitación ya tenía el cargo en mi cuenta, y hoy que hace ya dos días que deje el hotel, sin haber consumido absolutamente nada del minibar ni llevarme la bata, que por cierto era bastante mala; aun no me lo han devuelto...
Hospitalidad Australiana.
Ya he dicho que Australia está un poco lejos, pero en mi vida filatélica he recorrido prácticamente todo el mundo de exposición en exposición y nunca me había pasado esto.
No asistí a un solo acto oficial, si descontamos la cena de palmares, que me costó 250 dólares Australianos (mi mujer y yo). Es la primera vez en la historia en la que no pude asistir a la Ceremonia de Inauguración porque era por rigurosa invitación y claro esta solamente estaban invitados el Comisario y su Ayudante. No hubo excursión para Comisarios, y a los expositores, pese a pagar un importe altísimo por la exhibición de nuestras colecciones nadie ni siquiera se molestó en dirigirnos la palabra, lo mismo que si hubiésemos hecho un viaje tan largo para ir a otro evento cualquiera. Si a esto añadimos que las medallas que nos dieron eran de las más feas que conozco, la verdad es que el panorama es bastante sombrío.
Por lo general en todas las exposiciones suele haber un ambientillo de "recepción". La gente suele bajar al Hall para sentarse un rato ver los amigos que entran y salen, charlar con ellos y, en fin, tomarse una copa en el bar que suele estar cerca. Pues bien en este caso el bar estaba lejos, y como todo en esa inmensa nación era carísimo. Por otra parte tampoco fue demasiada gente, por lo que las charlas de recepción no existieron. De mis amigos sudamericanos solamente pude ver a la mujer más poderosa del mundo filatélico, Dila Eaton y a su marido mi buen y querido amigo Roberto; al venezolano-español Pedro Meri, Vicepresidente 1º de FIAF, a quien acompañaba su hija Diana; a mi excelente amigo Santiago Cruz y su esposa Mónica. Con ellos, y con Alfredo Fröhlich, cenamos en varias ocasiones y, como siempre, nos lo pasamos muy bien. Al buen jurado costarricense Juan Reinoso y a un nutrido grupo de argentinos, cuyo comisario ha sido nuestro buen amigo Avedis Ketchian, más Andrés Schlichter, Jorge Moscatelli, Pablo Reim y el popularísimo y muy querido Daniel Melo Teglia. Y creo que no me dejo a nadie.
Un día después de terminada la exposición, cogimos un taxi María Teresa mi mujer y yo y nos fuimos al aeropuerto. A los dos Pacos se los llevaron con las colecciones en un pequeño autobús. Como vinimos, nos fuimos: nadie fue a decirnos adiós, ni nadie entre los australianos en este periodo de tiempo se interesó lo mas mínimo por nosotros... Adiós.
Organización.
Desconozco lo concerniente a la estructura interna de la Organización, esto es, Recepción de colecciones, etc. Solamente puedo decir lo que vi, y allí había unas cuantas señoras mayores que se reían mucho tomaban cafés y se dedicaban a hacer jerséis de punto, o a pegar las partes de las medallas (a la base había que pegarle un pequeño sello con un canguro).
También me di cuenta que en las escaleras, había dos galerías en las que estaban expuestas las colecciones había unos encargados de dar una especie de pases que te retiraban cuando bajabas. Nunca entendí muy bien con qué finalidad... También había un dispositivo importante en cuanto a la entrada. En esta ocasión había que pagar 10 dólares australianos por entrar, el equivalente a unos once euros se compraban los dólares australianos allí, y a unos 9 euros si los compras aquí (cosa curiosa: por un euro aquí me dieron 1´20 dólares australianos y allí por un euro me daban 0´800 dólares Australianos. No entiendo muy bien como el cambio es tan diferente, quizás sea porque allí van muy pocos europeos, y el euro por tanto no tiene mayor proyección).
En cuanto a la cena de palmares, fue corta y la verdad es que estuvo bastante bien organizada. Cada "invitado" tenía su puesto reservado en una mesa, la comida fue discreta sin más. Consistía en una especie de pudin con una loncha de salmón y otra de atún encima, una pechuga de pollo, con guarnición y un empalagosisimo flan como de dulce de leche. La atención a las mesas fue buena, y actuó un cantante folclórico australiano (parecido a un vaquero americano) que no lo hacía mal pero al que nadie prestó atención. La entrega de medallas fue rápida. Las de Oro fueron entregadas por José Ramón Moreno, que hizo las veces de Secretario del Jurado y el resto por Todd y algún otro alto personaje de la FIP. No pudimos librarnos de la canción tipo Frank Sinatra de nuestro Presidente Tay Peng Hian, aunque hay que reconocer que esta vez fue más breve; debe de ser que los años pesan y hacen entrar en razón a la gente.
Además de los ya citados hubo tres españoles más en la exposición: Fernando Aranaz, quien actuó como Jurado, y José Ramón Moreno que lo hizo como Secretario del Jurado. Con relación a la actuación del primero, no he oído ningún cometario. La actuación del segundo fue buena; su labor de Secretario era complicada y me dijeron que la desempeñó de forma muy correcta, como lo fue también la de Eduardo Escalada quien lo hizo como experto. Eduardo es uno de los más jóvenes Expertos y, a pesar de su edad, tiene una gran experiencia en este tipo de cometidos los cuales realiza a la perfección.
Y en líneas generales esto es lo que recuerdo de mis vivencias en esta exposición.
San Sebastian, 19 de mayo de 2013